Mi sexualidad es una creación artística

Elena Oroz

Interferencias visuales

El primer documental realizado por la chilena afincada en Barcelona Lucía Egaña, desde un punto de vista formal, guarda una evidente relación con su trabajo previo como espigadora de viejos VHS y como VJ analógica y, desde un punto de vista temático, con sus intereses teóricos en el campo del feminismo. [1] Mi sexualidad es una creación artística (2011) es un vídeo de 46 minutos en el que convergen la vocación divulgativa, histórica y testimonial del documental. Unos rasgos que, en este caso, no convendría infravalorar, puesto que uno de los valores de la cinta es registrar la historia en curso, al dar cuenta de un movimiento -si quieren de resistencia y ciertamente marginal pese a que también se podría aludir a su carácter mediático [2]- que encarna los postulados teóricos del feminismo más contemporáneo, aquellos que han evidenciado el carácter construido o performativo del género y del sexo. En este sentido, estamos ante una pieza esencial a la hora de trazar una posible genealogía -seguramente bastarda y abrupta- del audiovisual feminista en nuestro país.

Su objetivo no es otro que el que se presenta desde su sinopsis: documentar la escena post-porno de Barcelona surgida a principios de la década del 2000 y enmarcar esta práctica video/vital-artística/activista en un contexto cultural y político. Para ello la cinta reúne a una serie de artistas y colectivos representativos como son Diana pornoterrorista, María Llopis, Post-Op, Go Fist Foundation o La Quimera Rosa; y a través de entrevistas traza un sugerente recorrido por los orígenes de este movimiento, las motivaciones y la trayectorias personales de cada unx de ellxs, la variedad de formas discursivas que adopta (principalmente performances y vídeos que aquí se incluyen como material de archivo), las fuentes de inspiración artística y teórica (Annie Sprinkle, Del LaGrace Volcano, Cindy Sherman o Marina Abramovic se encontrarían entre las primeras, y Beatriz Preciado, Judith Butler, Michel Foucault o Dona Haraway, entre los segundos); al tiempo que aborda las cuestiones claves sobre las que  gira el post-porno. En primer lugar, la inversión de la lógica del porno tradicional (cuyo clímax se alcanza con la eyaculación) mediante el desplazamiento semántico (la hegemonía visual del semen se ve reemplazada por otros fluidos corporales) y la subversión icónico-simbólica (prótesis e implantes). En segundo lugar, la ampliación de las representaciones del sexo y del placer y el cuestionamiento de los códigos visuales y roles de género del porno convencional (el alto grado de esclerotización de los cuerpos, al menos desde el punto de vista estético, de los gestos y movimientos y de los papeles adoptados). Y, por último, la inversión de su finalidad, ésta ya no sería la excitación sexual, sino la visualización (desplazando además el contexto de “consumo” de lo privado a lo público) de una serie de contra-prácticas que precisamente evidencian el grado de codificación de nuestras respuestas más “naturales”. Se trata en definitiva de una ampliación del campo de batalla para llegar a lo más problemático del binomio personal-político, puesto que todavía seguimos concibiendo la sexualidad como aquello que se resiste a desvincularse de lo natural, lo instintivo y lo animal; como deseo y experiencia que a menudo recluimos en lo inefable, algo que nos precede y nos supera.

Por el contrario, el acento en la creación se presenta, ya desde el título del documental, tanto  como un desafío a esta noción esencialista como el nexo de unión entre sus protagonistas. Puesto que no sólo participan en la cinta como agentes culturales o activistas en el terreno de lo simbólico, sino porque sus testimonios dan cuenta de cómo su práctica artística es ante todo un trabajo sobre la propia identidad y la propia sexualidad, un work-in-progress o life-in-progress. Como señala Yan de La Quimera Rosa, en cierta forma, el post-porno recupera y reactualiza el impulso vanguardista que dinamitó las barreras entre vida y obra.

Junto con el vigor y la fuerza discursiva de todxs lxs participantes (y no estamos ante un relato homogéneo, calculado o inculcado, y así algunos de los más reveladores y desafiantes contrapuntos los ofrece el discurso visceral de Idoia de GoFistFoundation), la cinta también destaca por una estética que se equipara artística y materialmente a la filosofía Do It Yourself presente en el título y que es indisociable del post-porno y de la teoría queer. Si el post-porno concibe el cuerpo (y por ende la identidad) como un palimpsesto, en el trabajo de Lucía Egaña la imagen queda sometida al mismo proceso de mediación, desnaturalización y reescritura a través de unos filtros que empobrecen su calidad recuperando la estética del video analógico y de un montaje que se ve constantemente puntuado por interferencias televisivas. Sin olvidar, otras interrupciones visuales procedentes del material de archivo que la autora incluye en la cinta y entre las que destaca el vídeo Implantes de Post-Op, en el que de forma lúdica se ponen en escena los diferentes rituales y fetiches, estrategias de quita y pon, que acaban marcando los cuerpos como femeninos o masculinos.

Mi sexualidad es una creación artística es una trabajo sobresaliente a la hora de elaborar una cartografía ilustrada del post-porno en Barcelona que además logra transmitir con fuerza esa teoría hecha carne que presidía la escritura el célebre ensayo de Beatriz Preciado Testo Yonki, un escrito apasionado resultado de “la práctica lúdica de la auto-decapitación […] de una cabeza modelada con un programa cultural de género.” En definitiva, propone pensar el cuerpo con el cuerpo en un proceso dialéctico que pone entre paréntesis la tradicional división entre teoría y práctica. O lo que de forma más rotunda expresa Idoia de Go Fist Foundation: “mucha teoría, mucha universidad y mucha hostia, pero qué, ¿dónde se queda todo eso?”

Texto publicado en blogs & docs: http://www.blogsandocs.com

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[1] Puede consultarse una excelente aproximación teórica al post-porno de la mano de la autora en la revista digital La Fuga: “La pornografía como tecnología de género. Del porno convencional al post-porno. Apuntes Freestyle”: http://lafuga.cl/la-pornografia-como-tecnologia-de-genero/273

[2] Algunos de los libros que habrían contribuido a popularizar el fenómeno serían el mediático Porno para mujeres de Erika Lust y, en menor medida, Devenir Perrade Itziar Ziga.